lunes, 10 de julio de 2023

 

Al borde del abismo -consideración fragmentaria sobre el nihilismo- (en construcción)

 

“En el amor tratamos de descubrir una base de nuestro ser. Mediante el amor de otra persona tratamos de hallar JUSTIFICACIÓN PARA NUESTRA EXISTENCIA. Cada uno de los amantes desea ser la elección absoluta del otro, no una elección relativa. El amante se siente ofendido, degradado, cuando su amada le dice que lo eligió "entre otros". Sólo si ambos pueden decir"fuimos creados el uno para el otro", aparece la elección como absoluta. De esta manera cada uno de los amantes se convierte en la verdadera base de la existencia del otro; que a su vez constituye la base de la alegría del amor. Antes de ser amados nuestra existencia es la de una "protuberancia" completamente injustificada e injustificable. Pero al ser la elección absoluta de quien nos ama, habiendo sido "creados" por él o por ella, sentimos que NUESTRA EXISTENCIA ES DESEADA ENCADA DETALLE (y, por supuesto, de una manera mucho más real, individual, concreta, imperiosa e inmediata que la obtenemos del amor de Dios)“. Ramiro Sáez. (Fragmento reflexión sobre el análisis fenomenológico del amor propuesto en El Ser y la Nada de Sartre).


 En la religión, en el arte, la ciencia, en todo, hasta en la propia muerte tratamos de fundar nuestro ser. A que me refiero con fundar si no ha otra cosa que el dotar de sentido el hecho de nuestro existir, que es nuestro modo de ser propio y que nos distingue de los demás entes. De ahí que llamaré el existir como el modo de ser propiamente humano consistente en un “modo de ser abierto”. “Ente” es todo aquello que “es”, la mesa, la silla, el gato, así como el hombre son entes. Sin embargo el modo de ser de los primeros es un modo de ser “cerrado”. Son necesarios, en ellos no está la posibilidad de ser otra cosa que no sea una mesa o silla o un gato, no pueden elegir su propio modo de ser. El ente humano, al contrario, como dijimos, tiene un modo de ser abierto, en el sentido en que el a cada momento se elige y de ahí el hecho también de que la libertad forma parte de la estructura del ente humano -dasein-. El hombre es propiamente un proyecto de si, un quehacer. En términos platónicos para representar de una manera bárbara, pero didáctica la dimensión humana; tomando como ejemplo la silla, diremos que en el mundo ontológico, de las ideas, el mundo real (para Platón y el mundo clásico en general hasta Kant y quizá más allá hasta Hegel) existe la idea de silla, que es la verdadera silla, de la cual todas las sillas concretas (del mundo óntico) y la de mi ejemplo son un simple reflejo, cuyo ser, en términos de esencia, está dado por “la silla” ontológica (entiéndase la del mundo de las ideas). Tenemos así que el ser de la silla, su esencia, antecede en cuanto realidad ontológica previa (en el mundo de las ideas) a su existencia en el mundo concreto. Diremos sin más que en el hombre no se da esta situación, si no al contrario, su existencia concreta precede a su esencia, y esto por que no hay esencia humana previa en un mundo de la ideas, ni mundo de ideas previo, ni siquiera dios para pensarlo. El hombre por tanto está solo en el mundo, sin ser nada, es un haz de posibilidades, un proyecto de si de la nada, es contingencia no necesidad. La praxis define a cada ente humano en particular, a medida que actuamos nos elegimos y a la vez nos creamos, en este sentido la existencia precede a la esencia, primero existimos, luego somos. Somos nuestra propia obra desde la nada. Primero estudio una carrera, medicina por ejemplo, por que lo hice, me realice en ser médico. No nací médico, me hice médico, en última instancia realice mi propio proyecto. Así como no se es asesino hasta que se mata, la acción nos define tanto como revelar nuestro ser -self-. Por que con esto queremos decir que no hay ser de cada hombre particular en términos de esencia: el ser del hombre es el existir. De ahí surge la necesidad de justificación de nuestro ser, self o esencia, es decir, la necesidad de dotar de sentido este embrión informe que en el fondo somos, este haz de posibilidades, la paradojal necesidad de hacer necesario lo contingente. En este sentido el hombre es una pasión inútil, envuelto en la paradoja de su nihilística condición de su ser contingente frente a su necesidad (irrealizable por cierto y valga la redundancia) de ser necesario. El hombre quiere ser Dios, quiere ser en si para si, quiere ser uno consigo mismo y no puede. Pero más básicamente quiere sentido donde no lo hay, o sea, dada su condición de no ser proyecto de otro (de un dios por ejemplo), o sea no tener un ser dado de otro lado más que de si mismo, cada hombre es una proyección de si con pretensiones de absolutez, pretensiones que vienen de su intrínseca necesidad de sentido. El hombre es vacío y apertura, carencia de ser que ansía satisfacción, la otra faz de su carencia de sentido. Su praxis realiza su proyecto, su proyecto a la vez nutre de sentido su nihilidad llenando el vacío, realizándolo. La dificultad radica en el proyecto, cuan convincente puede ser para empujar a la existencia a auto realizarse? En la ingenuidad y en la ignorancia fácil es cumplir un rol en la máquina.

 

Pero que ocurre cuando se cruza la línea de esa ingenuidad, y la meta comienza a perder sentido y el desencanto abate la existencia? Una nausea nos invade. Ya no se puede volver a creer en el viejo pascuero, no se puede volver atrás. Donde encontrar los cimientos para nuevamente levantar el castillo?La única certeza es la muerte, seguro porvenir. Con esto partimos…

 

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