jueves, 27 de julio de 2023

 

La dialéctica del amo y el esclavo.

Por Denis Angelo Barriga Muñoz.

 

(Una lectura del capítulo de la "autoconciencia" de la Fenomenología del espíritu de Hegel.  Y la interpretación que realiza Marx de tal pasaje origen de su pensamiento).



Somos autoconciencia, el ser humano es autoconciencia. No somos sólo cogito ergo sum, es decir, pensamiento, pienso luego soy cartesiano. El ser humano es "yo soy", autoconciencia, y sólo puede serlo en relación con otra u otras autoconciencias; es en relación con otros seres humanos que se hace autoconciente. De ahí que antes de ser individual, el ser humano es un ente genérico. 

Sin embargo, esta aparición del ser humano en el mundo en relación con otros, es decir, como autoconciencia, toma la forma violenta de una lucha a muerte por el reconocimiento del o de los otros. Esto es lo que describe Hegel en el pasaje de la Fenomenología del Espíritu, de la Dialéctica del amo y el esclavo. -o señor-siervo-.

 En una lucha a muerte por el reconocimiento las dos autoconciencias se enfrentan con miras al reconocimiento del otro y vice versa, siendo la conciencia señorial aquella que ama más la libertad que la propia vida, "el amo", y al contrario, la conciencia servil, aquella que ama más la propia vida que la libertad. Es así como el amo somete al esclavo, y el esclavo sometido se apega a las cosas para servir al amo. Lo que Marx, más tarde diría de la fetichización o cosificación del hombre, el proletario en mercancía, objeto.
 Sin embargo, este esclavo sometido al amo, está en contacto con las cosas, se relaciona con ellas y transforma el mundo material mediante la acción, y de manera negativa, en este crear el mundo, se hace autoconciente, se hace humano. El amo en la soledad es servido y se desconecta de las cosas, y al estar solo, ya no es reconocido por nadie, por otro igual, deja de ser autoconciente. El esclavo, al transformar el mundo material, se reconoce a si mismo en su trabajo y en los otros, de este modo se hace autoconciente de que es esclavo, y además de su poder, pues es él quien es el que transforma lo real. Esta autoconcienacia de si y su poder, es lo que lo lleva a liberarse del amo, pero previamente, ha de mediar lucha. Esto es Hegel, no Marx.

De aquí viene Marx, de este pasaje el viene la noción de lucha de clases, el amo y el esclavo, y ve en el esclavo al proletariado, al sujeto histórico que puede cambiar la historia. Marx es un hegeliano y su filosofía no es una inversión del idealismo alemán, como los panfletos de la tercera internacional dicen, ni los escritos del bueno de Engels, al contrario, su filosofía misma es un instrumento de transformación en pos de la emancipación humana. Negar esto, es negar a Marx y su pensamiento. De ahí que la conciencia de clase en Marx sea tan importante y se relacione dialécticamente con la transformación de las infraestructuras económicas que condicionan lo real material. El materialismo marxista es sólo una crítica al idealismo alemán que solo, para él, interpreta el mundo y no lo transforma, critica que plantea en su onceaba tesis sobre Feuberbach. (Quizá el mayor aporte filosófico de Marx, donde une teoría y praxis). A la luz de este pasaje es que debe interpretarse la obra de Marx, como un pensamiento que busca el fin de la lucha de clases, o por otra faz, la emancipación humana.
 La autoconciencia, la conciencia de si, de clase, es la única arma que tienen los oprimidos para descubrir su propio poder y prepararse para la lucha en pos de su libertad. Si no hay conciencia no hay fuerza ni poder en el oprimido. Y no habiendo estas, no hay posibilidad alguna de ganar la lucha por la libertad contra el poder. El sistema creado por los que monopolizan el poder, cada vez es más eficiente en impedir o deslegitimar la formación de esta autoconciencia en las mayorías. Cada vez es más eficiente en alienar al oprimido. La primera batalla estriba en la conciencia y las razones, como único medio de acumulación de fuerzas, para poder siquiera poder aspirar a cambiar en algo las cosas, en lucha contra el sistema que solo busca desconcientizar y alienar al oprimido.


La autoconciencia y la libertad.

El hombre para ser verdaderamente hombre y saberse como tal, debe imponer la idea que tiene de si a los otros, haciéndose reconocer por estos. Más aún, debe transformar el mundo (natural y humano) donde no es reconocido en un mundo donde ese reconocimiento sea posible. Esa transformación del mundo hostil en un proyecto humano de un mundo que esté de acuerdo con ese proyecto, se llama acción. Esa acción -es esencialmente humana puesto que es humanizadora-. Sin embargo, la primera acción humana toma necesariamente la forma de una lucha, de una lucha a muerte entre dos seres que se pretenden hombres; de una lucha por puro prestigio con miras al reconocimiento del adversario que desea lo mismo para sí.

 La manifestación del individuo humano tomado en tanto que pura abstracción del ser-para-si (conciencia, vacío de ser, negación, lo que no es lo otro absolutamente, el yo), consiste en el hecho de mostrarse como siendo la negación pura de su modo de ser objetivo o cosificado. El ser para si o ser hombre significa no estar ligado a ninguna existencia determinada, significa no estar ligado a la vida.

 Cada uno de los dos hombres persigue la muerte del otro. Sin embargo en esa actividad del otro se encuentra también el segundo aspecto, la actividad para sí mismo: pues la actividad en cuestión, la de la lucha a muerte por el reconocimiento del otro, implica el riesgo de la propia vida de quien actúa. La relación de dos autoconciencias está pues determinada de tal modo que ellas se reconocen –cada una para sí y la una para la otra- por la lucha de vida o muerte.

 

 

La realidad humana no se crea, no se constituye si no en la lucha con miras al reconocimiento por el riesgo de la vida que ella involucra. La verdad del hombre presupone la lucha a muerte. Y es únicamente por el riesgo de la vida que se reconoce la libertad. (La conciencia señorial que ama más la libertad que la vida es la que pone en riesgo esa vida y en ello reconoce la libertad).

 

Bibliografía orientadora.

La fenomenología del espíritu de Hegel

La dialéctica del amo y el esclavo de Kojeve

El pensamiento alemán de Kant a Heidegger de Eusebi Colomer, Tomo II, “El idealismo alemán”.

 

 

lunes, 10 de julio de 2023

 

Al borde del abismo -consideración fragmentaria sobre el nihilismo- (en construcción)

 

“En el amor tratamos de descubrir una base de nuestro ser. Mediante el amor de otra persona tratamos de hallar JUSTIFICACIÓN PARA NUESTRA EXISTENCIA. Cada uno de los amantes desea ser la elección absoluta del otro, no una elección relativa. El amante se siente ofendido, degradado, cuando su amada le dice que lo eligió "entre otros". Sólo si ambos pueden decir"fuimos creados el uno para el otro", aparece la elección como absoluta. De esta manera cada uno de los amantes se convierte en la verdadera base de la existencia del otro; que a su vez constituye la base de la alegría del amor. Antes de ser amados nuestra existencia es la de una "protuberancia" completamente injustificada e injustificable. Pero al ser la elección absoluta de quien nos ama, habiendo sido "creados" por él o por ella, sentimos que NUESTRA EXISTENCIA ES DESEADA ENCADA DETALLE (y, por supuesto, de una manera mucho más real, individual, concreta, imperiosa e inmediata que la obtenemos del amor de Dios)“. Ramiro Sáez. (Fragmento reflexión sobre el análisis fenomenológico del amor propuesto en El Ser y la Nada de Sartre).


 En la religión, en el arte, la ciencia, en todo, hasta en la propia muerte tratamos de fundar nuestro ser. A que me refiero con fundar si no ha otra cosa que el dotar de sentido el hecho de nuestro existir, que es nuestro modo de ser propio y que nos distingue de los demás entes. De ahí que llamaré el existir como el modo de ser propiamente humano consistente en un “modo de ser abierto”. “Ente” es todo aquello que “es”, la mesa, la silla, el gato, así como el hombre son entes. Sin embargo el modo de ser de los primeros es un modo de ser “cerrado”. Son necesarios, en ellos no está la posibilidad de ser otra cosa que no sea una mesa o silla o un gato, no pueden elegir su propio modo de ser. El ente humano, al contrario, como dijimos, tiene un modo de ser abierto, en el sentido en que el a cada momento se elige y de ahí el hecho también de que la libertad forma parte de la estructura del ente humano -dasein-. El hombre es propiamente un proyecto de si, un quehacer. En términos platónicos para representar de una manera bárbara, pero didáctica la dimensión humana; tomando como ejemplo la silla, diremos que en el mundo ontológico, de las ideas, el mundo real (para Platón y el mundo clásico en general hasta Kant y quizá más allá hasta Hegel) existe la idea de silla, que es la verdadera silla, de la cual todas las sillas concretas (del mundo óntico) y la de mi ejemplo son un simple reflejo, cuyo ser, en términos de esencia, está dado por “la silla” ontológica (entiéndase la del mundo de las ideas). Tenemos así que el ser de la silla, su esencia, antecede en cuanto realidad ontológica previa (en el mundo de las ideas) a su existencia en el mundo concreto. Diremos sin más que en el hombre no se da esta situación, si no al contrario, su existencia concreta precede a su esencia, y esto por que no hay esencia humana previa en un mundo de la ideas, ni mundo de ideas previo, ni siquiera dios para pensarlo. El hombre por tanto está solo en el mundo, sin ser nada, es un haz de posibilidades, un proyecto de si de la nada, es contingencia no necesidad. La praxis define a cada ente humano en particular, a medida que actuamos nos elegimos y a la vez nos creamos, en este sentido la existencia precede a la esencia, primero existimos, luego somos. Somos nuestra propia obra desde la nada. Primero estudio una carrera, medicina por ejemplo, por que lo hice, me realice en ser médico. No nací médico, me hice médico, en última instancia realice mi propio proyecto. Así como no se es asesino hasta que se mata, la acción nos define tanto como revelar nuestro ser -self-. Por que con esto queremos decir que no hay ser de cada hombre particular en términos de esencia: el ser del hombre es el existir. De ahí surge la necesidad de justificación de nuestro ser, self o esencia, es decir, la necesidad de dotar de sentido este embrión informe que en el fondo somos, este haz de posibilidades, la paradojal necesidad de hacer necesario lo contingente. En este sentido el hombre es una pasión inútil, envuelto en la paradoja de su nihilística condición de su ser contingente frente a su necesidad (irrealizable por cierto y valga la redundancia) de ser necesario. El hombre quiere ser Dios, quiere ser en si para si, quiere ser uno consigo mismo y no puede. Pero más básicamente quiere sentido donde no lo hay, o sea, dada su condición de no ser proyecto de otro (de un dios por ejemplo), o sea no tener un ser dado de otro lado más que de si mismo, cada hombre es una proyección de si con pretensiones de absolutez, pretensiones que vienen de su intrínseca necesidad de sentido. El hombre es vacío y apertura, carencia de ser que ansía satisfacción, la otra faz de su carencia de sentido. Su praxis realiza su proyecto, su proyecto a la vez nutre de sentido su nihilidad llenando el vacío, realizándolo. La dificultad radica en el proyecto, cuan convincente puede ser para empujar a la existencia a auto realizarse? En la ingenuidad y en la ignorancia fácil es cumplir un rol en la máquina.

 

Pero que ocurre cuando se cruza la línea de esa ingenuidad, y la meta comienza a perder sentido y el desencanto abate la existencia? Una nausea nos invade. Ya no se puede volver a creer en el viejo pascuero, no se puede volver atrás. Donde encontrar los cimientos para nuevamente levantar el castillo?La única certeza es la muerte, seguro porvenir. Con esto partimos…